Por fortuna, en la vida unas cosas van dejando paso a otras, y no hay nada mejor que un imprevisto para que deje de tener importancia lo anterior y todo el mundo pase a ocuparse de lo más nuevo. Es como cuando te duele mucho una muela y estás que no paras, hasta que el dolor llega al oído y entonces lo de la muela pasa a un segundo plano.
Lo que vino a relevarme de la portada de la prensa sensacionalista entre mis compañeras fue que al irse Encarna, quedó un puesto vacante en la oficina, y la pregunta del millón, era quién ocuparía ese lugar. Por fin yo iba a dejar de ser la nueva, porque por muy integrada que estuviera, seguiría siendo “la nueva” aunque llevase allí noventa años si nadie me quitaba el título.
Además de la lógica curiosidad por saber quién iba a ser nuestra nueva compañera, también estaba lo del trabajo, porque al faltar una, había que repartirse su tarea entre todas, y como ya andábamos muy justas, la situación nos desbordaba.
Pasaron un par de semanas hasta que la encargada, que de vez en cuando se daba un garbeo por nuestra sección, supongo que para controlarnos, porque otra cosa no hacía, nos dijo que la vacante se había cubierto.
-Ya tenéis nueva compañera, el director la contrató hace un par de días y creo que empieza mañana, se llama María, me parece, María Moreno. Ya podéis echarle una mano.
En aquel momento me acordé del primer día que empecé a trabajar allí, de lo mal que lo pasé, y de la sensación de estupidez que tiene uno cuando no sabe ni por dónde empezar, ni siquiera a qué tienes que empezar, así que me prometí a mí misma, que iba a ayudar a aquella chica para que se sintiese bien, para que desde el primer día estuviese a gusto entre nosotros.
Apenas hacía unos meses que yo formaba parte de la plantilla y ya me sentía como una anfitriona, capaz de ayudar a otra persona, está claro que todo en la vida es relativo, depende de con quién te compares.
Todas estas buenas intenciones tenía yo cuando llegó el día siguiente, en el que la tal María iba a presentarse, me sentía en plan O.N.G., no sé, arrebatos que le dan a una, cuando al llegar por la mañana a la oficina, nos encontramos sentado en el sitio de Encarna, o sea, dos mesas delante de mí, a un tío.
Bueno, aquello no era un tío, era un padre, un hermano, y yo me quedé mirándole como una prima, a lo "Pasión de Gavilanes", vamos, preguntándome quién era aquel hombre.
-¿Y este quién es? –dijo Marta que se preguntaba lo mismo, pero yo me callo y ella lo suelta.
-¡Hola! ¿Qué hay?- dijo él, saludó o qué sé yo.
“¿Que qué hay?”me preguntaba yo a mí misma, “pues hay…que ver los despertares que tienen algunos días, y hay que ver la cara que tiene este hombre, bueno, la cara y todo lo demás…”
-Soy…bueno, el nuevo compañero, empiezo hoy.
-Nos habían dicho que venía una tal María Moreno, o algo así.
-¿María? No, no, ha debido de ser un error, yo soy Mario, Mario Moreno.
-¡Coño, Cantinflas!- fue lo primero que se me vino a la mente, y así lo solté claro, porque yo, es lo que tengo, que digo lo que pienso, pero no pienso lo que digo.